Armando Villalón, artista y signore alla Barquisimetanade.
El encuentro con Armando Villalón nos muestra a un hombre amplio en su trabajo, profundamente afectuoso, con el recuerdo de su queridísima madre, esposa e hijos a flor de labios, incluido el discípulo y el resto del entorno del cual se ha sabiamente rodeado.
Cultivador de amistades, estas le vienen por sus actividades comerciales en el camino de la vida y por su vinculación al quehacer artístico, actualizándose siempre. Un signore posee siempre amor por la tierra, su finca, su casa, su región y país, porque la tierra llama y habla, también canta o puede fijarse en un soporte, tal como lo hace Armando Villalón en sus pinturas.
Así como hay seres especiales por todas partes, los suelos y regiones de Venezuela también tienen mucho de especial. Po ejemplo, tenemos a Barquisimeto y toda la región larense, las cuales poseen rasgos que nuestro signore ama, admira y comparte: luz, mucha luz, limpieza, un clima agradable, la presencia de agua limpia, pura, cristalina que siempre llamaba al artista y al niño sensible que, como el yanko del poema Marcos Rafael Belmonte, dice: “Madre, la selva canta/ y canta el bosque/ y canta la llanura/ y el roble que a las nubes se levanta/ y la flor que se dobla en la espesura”.
Viajero, siempre viajero nuestro signore artista pasó su infancia de Barquisimeto a Duaca, de allí a Barquisimeto, más tarde de aquí a España. De regreso a Venezuela sus correrías fueron entre el asentamiento La Mata, en Cabudare y Barquisimeto. De nuevo a Europa… Ir y venir sin parar por esos caminos nos hacen decir con el escritor Ciro Alegría que, ciertamente, para un artista “el mundo es ancho y ajeno”.
Villalón se confiesa constructor y “medio arquitecto”, sin que esa afirmación suene exagerada. Ya Vitruvio señalaba a la arquitectura como la madre de las artes, y al que quisiese ser excelso arquitecto debía saber mucho sobre las artes y el hombre. Su actual casa, un diseño personal “de ambientes” conjuga lugares de permanencia y de circulación sabiamente combinados. “Casa – galería – taller – escuelita de arte”, conforman un todo mágico y acogedor en pleno corazón de Barquisimeto, que junto a su obra le dan al maestro suficientes elementos para afirmar que es y se siente feliz siendo artista.
La autodidaxia vasta como sus paisajes y entornos.
La autodidaxia es la facultad de aprender algo por sí solo, una tarea y disposición permanente, ardua labor que solo algunos han podido y pueden ejercer con dignidad y maestría. En la historia del arte universal, y particularmente en nuestra América, hay artistas, científicos y padres de familia que desarrollaron esta facultad. Uno de ellos es el gran maestro Oswaldo Vigas, y otro es el maestro al cual nos estamos refiriendo, Armando Villalón.
En villalón encontramos rasgos similares a los de los grandes maestros, vemos en él ese deseo de querer y poder aprender por sí solo, absorber postulados presentes en la obra de Joaquín Sorolla o Eduard Monet, captar la atmósfera del plein air de los impresionistas, descrita magistralmente por el poeta Rubén Darío en uno de sus poemas, Del Trópico “Por las colinas de luz se pierde,/ bajo del cielo claro brilla sin fin,/ ahí el ganado las hojas muerde,/ y hay en los tallos del pasto verde,/ escarabajos de oro y carmín”
Materia, tierra, nutriente, matriz, vientre de los suelos de Quíbor, de Cubiro, Duaca y Barquisimeto, que manipula el artesano para convertir esa maravillosa materia gris en jarras, tazas, bloques de arcilla, de gres, caolín, tierras que trasmutan en oro por la acción y la alquimia de hombres artistas nacidos con y en esa misma tierra, hechos y actos que Armando Villalón plasma en vividos colores, signos y símbolos perfectamente decodificables.
El ser humano que el maestro Villalón plasma en sus obras es el que vive su suelo con dignidad, el que no afea el paisaje, sino que lo construye y habita. La ciudad es un entorno vivible, cercano, organizado, la urbe forma parte del paisaje, de la atmósfera del paisaje, se une a él… esta es otra de las tantas lecturas que observamos que el artista realiza, vive y plasma magistralmente en sus lienzos.
El que ama es siempre cronista, un poeta o artista que lucha con su canto y su pincel para que no nos ahoguemos en la pérdida constante de la memoria colectiva. Siempre admiramos emocionados las múltiples manifestaciones culturales y artísticas de nuestro pueblo porque bien vale la pena compartir, amar y ser amado. Hay un goce estético frente al acto artístico y la obra realizada. El arte de Villalón permite que nos sintamos cercanos a sus decires y ello es una gran cosa.
(Miguel O. Cabrera Reyes. Revista artefacto)
Noticia Completa:
Revista Artefacto Internacional nº18, marzo. 2014, pp.11-14 – https://issuu.com/revistaartefacto/docs/rev18_armando_villalon_54pag_web/1