Para un paisajista consagrado como Armando Villalón los parajes no pasan desapercibidos. Trazar una línea en el horizonte es un ejercicio recurrente, casi frenético e imposible de contener por parte del Maestro que como muchos artistas ha sido sobrecogido por la inmensidad del Ávila. Del gran pulmón natural caraqueño ha logrado captar su frondosa serenidad bajo el vibrante sol tropical o el dormitar de sus pliegues mientras una neblina tenue lo cobija. Los paisajes de Villalón son ricos en perspectivas y el Ávila no es la excepción, su constante investigación sobre las inmensurables posibilidades de la luminosidad terminan revelando la relación subjetiva que establece con la naturaleza, como un consorte que la apacienta.